Hora Feliz

Como buen burócrata

obrero del excel

me jacto de conocer

al oficinista gris:

clase-media,

centro-político,

centro-de-la-ciudad,

mall-de-domingo,

cristiano-a-su-manera,

los-Venegas…

 

Gris! como el concreto republicano,

como el humo de la ansiedad.

Gris, gris, GRIS!

ese que al día

agradece una hora feliz,

para ir al café

con piernas

a reafirmar el lingam derrotado,

o sin piernas

y sin sindicatos

a posar un rato,

o a beber

con los no-amigos del trabajo

los tragos a precio rebajado

en el bar de la segregación

donde no se sientan verdes con naranjos.

 

Mientras,

al otro lado de la vitrina

sonríe el que tiene pesos en la retina

el que nos presta, el que nos vende

– qué tanta risa, qué pretende?

La casa siempre gana

y no es tu casa

hay liquidación

y estás liquidado

tanto consumo

estás consumido

tantas compras

estás mal vendido

ofertas al por mayor

para terminar de exprimir

al trabajador.

 

Luego,

a su departamento

una habitación, un baño

– es buen negocio el inmobiliario.

Y sigue todo arreglado

– todo sigue arreglado –

entre los amos del tiempo

y los dueños del espacio.

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